Es un día después del tan esperado concierto de la banda británica IDLES en México. Apenas comienzo a bañarme y el olor agrio de la cerveza comienza a surgir de mi cabello como uno de los primeros recuerdos que vienen a la mente tras la noche épica de anoche, que me hace tratar de procesar lo vivido.
Son muchas las leyendas que se cuentan entre quienes han podido ver a la banda en otras partes del planeta, principalmente quienes los han podido ver en vivo en Estados Unidos o Europa. Casi todas coinciden… es un espectáculo único.
Comienzan los primeros acordes en el escenario y la voz de Joe Talbot hacen volar los vasos y litros de cerveza por los aires, todo ello acompañado de los gritos, brincos, slam y furia bien intencionada de todos los asistentes. La espera ha terminado.
Daniel Patlán, fotógrafo de conciertos y responsable de cubrir los conciertos para la banda en México, contaba que en alguna plática con Geof Barrow, músico de Portishead y Beak, este le contaba que IDLES tiene todo lo que una gran banda debe tener: grandes canciones, grandes discos, un show en vivo espectacular, un fuerte discurso y ser “the nicest guys ever”. “Hasta me dan envidia” le llegó a comentar al fotógrafo.
En las letras de sus canciones y conciertos, todo mundo cabe y todo mundo es bienvenido. Aquí los gritos de guerra son “all is love” o “joy as act of resistance”, algunas de las playeras que se venden en la mercancía oficial y ya se ven entre muchos de los asistentes es “we´re not fighting, we´re just dancing”.
Hay blancos, morenos, altos, chaparros, delgados, gordos, de todas las clases sociales, de muchas nacionalidades y de todas las preferencias sexuales, incluso banderas de la comunidad lésbico-gay, esto último muy recurrente en sus conciertos.
“La música es un puente, permite a las personas el conectar en un nivel universal. No importa de dónde eres en el mundo, la música es algo que junta a las personas, una energía de entendimiento. No es cultural, es una energía. Es magia y nosotros tratamos de hacer eso… crear esos puentes, crear comunidades a través de nuestras canciones” dijo Talbot a un medio mexicano hace un par de meses.
Detrás de la música de IDLES, que muchos ubican en un violento post-punk, aparecen letras de crítica al machismo y la masculinidad, a la postura frente a los migrantes, las posturas respecto a las preferencias sexuales de las personas, la depresión o la pérdida de seres queridos. Hay dolor en las letras, pero hay dolor sanado.
Talbot, brújula canalizadora de los traumas y dolores de la banda, es un mortal que ha visto el dolor en primera mano. Vivió en una familia en donde su madre padeció de alcoholismo y luego por muchos años tuvo que cuidar debido a que quedó impedida por un derrame cerebral. De igual modo vio morir a su hija a los pocos días de nacer y por varios años ha padecido una adicción al alcohol.
Pese a lo vivido, el vocalista de IDLES, un hombre extremadamente sensible, ha encontrado junto a la banda el lenguaje del amor, que pese a lo trillado que pueda sonar, la manera tan genuina de compartir el discurso acompañado de furia bien intencionada han logrado conectar de manera especial con los fanáticos alrededor del mundo y los críticos musicales.
“Amo todo. Amo a la vida. Me levanto por la mañana y estoy agradecido. Voy a la cama y estoy agradecido, ¿sabes? La comida, el sexo, los amigos, las conversaciones, la música. Simplemente ser parte del universo, experimentarlo, sostener a mi hijo. Es algo hermoso. Solo soy una persona muy feliz” y definió en aquella entrevista el espíritu de IDLES “como puro amor holísitico”.
El concierto ha sido catártico. 24 canciones del primero tras más de dos años de pandemia y de una espera prolongada tras haberse cancelado los conciertos de la banda en México en 2020 por el COVID-19 en el mundo.
Al inicio de la pandemia y ante el encierro de meses me preguntaba cómo sería el día que saliéramos de la misma, por ridículo que suene pensaba en conciertos en Reforma en donde todo mundo nos abrazaríamos. Particularmente imaginaba escuchar Heroes de David Bowie y celebrar que habíamos sobrevivido a la pandemia. Pensaba que seríamos un mundo distinto al que conocimos previo al COVID-19. El mundo sigue siendo el mismo, no ha cambiado y por el contrario parece que está peor.
IDLES no es la banda más popular y tampoco está llamada a ser la mejor de la historia, pero con un lenguaje genuino de “all is love” envuelto en estruendosos guitarrazos y voces desgarradas nos recuerdan el agradecer y dar amor a todos.
No ha sido Bowie lo que he escuchado para celebrar sobrevivir a la pandemia, ha sido un grupo de músicos capaces de hablar amor y del dolor de una generación que lucha contra la depresión y otros problemas.
Dense amor, háganse el amor. Todo es amor.